Yo, Helíaca

Últimamente tengo una productividad lectora que hacía tiempo no desarrollaba. Una forma como otra cualquiera de combatir la ansiedad cotidiana, tal vez. El último libro que ha caído ha sido el de Iñigo Javaloyes, un facebookfriend, al que le tenía ganas; no al bueno de Iñigo, claro, sino a su obra. 

Yo, Helíaca se puede leer de un tirón, y eso lo agradezco. Te puedes acoplar cómodamente una dominical mañana a la luz de la ventana y no despegarte del asiento hasta tener las tareas acabadas. El relato enseña una buena lección de biología, de la vida en el monte mediterráneo, de la difícil supervivencia de las aves, aparentemente felices a los ojos del observador. El autor consigue que empaticemos con Helíaca, pero también con numerosos personajes alados que en algún momento se relacionan con nuestra protagonista.

El relato se embellece con versos y palabras ingeniosas que denotan un buen conocimiento de la vida de las aves, poniendo voz y pensamiento a urracas, ogralíbares (rabilargos), serines, zorzales y tejones. Pero me quedo con uno, Luctuoso Oliván, un buitre leonado cantor que imita al chochín, acentor, mirlo, zorzal, y otros más, colirrojotizoneando cuando los demás lo dejan. ¡Qué arte!