Mosquiteros, la microbiomasa del Guadalquivir

En invierno se cumple siempre la fórmula matemática: arboleda + río = mosquitero común. Estos incansables pájaros, después de recorrer chorrocientos kilómetros, se instalan por estas latitudes para pasar la época fría entre nosotros. El río Guadalquivir es, por estas fechas, una escuela de mosquiteros.

La vegetación que ha invadido el meandro de Martos se ha convertido en un verdadero mosquiteral. Estos bregadores de pequeño tamaño se erigen en los dominantes de las observaciones ornitológicas que se registran en una jornada de pajareo. No es que lleguen al hartazgo, pero casi, y claro, no hay que desdeñar nunca una observación no vaya a ser que cuele un pájaro moscón, un pechiazul o cualquiera de esos pájaros invisibles ligados a lo palustre.

El año pasado, sin ir más lejos trincamos allí, cerca del molino, una buscarla pintoja, así que cualquier otra sorpresa puede aparecer cuando menos lo esperas. Tan sólo se trata de paciencia, mucha suerte, buen oído, y por supuesto un arte fuera de lo común para identificar en un milisegundo la súbita aparición de cualquiera de este tipo de pájaros: zarceros, mosquiteros, carriceros, buscarlas, carricerines…

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