El espíritu de Marsellus Wallace

Hace poco me comentaba un amigo que estaban robando muchas bicicletas en Córdoba para venderlas en otras ciudades, y viceversa. Doy fe. El 27 me sisaron la mía. Llevaba 20 años con ella, así que para un amante de los velocípedos como yo, este hurto supone algo más que un dolor. Y no hablo precisamente de dinero.

Mi Amerbike estaba en peligro de extinción. Nunca llegué a ver otra igual, y no por su calidad o belleza. No sé qué voy a hacer si algún día la veo con un mamón encima. Si estuviéramos en América y estuviera más desequilibrado de lo que estoy, probablemente le metería un Magnun 44 por el sieso. Mi abogado alegaría defensa personal combinada con algún comportamiento esquizoide de esos que están catalogados y no estaría en la cárcel ni un fin de semana. Aunque depende del Estado, porque igual me podrían freír vivo, y más siendo hispano.

No es, desde luego, mi caso, aunque mi imaginación me lleva a determinadas secuencias de Pulp Fiction que prefiero no reproducir aquí para seguir proyectando una imagen de cordura. Espero al menos que también se la roben al ladrón, y al ladrón del ladrón, así, al menos, podrá disfrutarla mucha más gente, y de paso se joden un poco.

Atento, pues, amigo conductor; ya lo decía la sabia Perlita de Huelva. Si eres poseedor del sistema de transporte más ecológico jamás conocido, no olvides redoblar los esfuerzos en amarre y protección: candado del 15 y "caenón" de esos que van colgados al pescue de los Yeremi. 

Y que la suerte te acompañe. Mientras, yo seguiré soñando con Vicent Vega, Marsellus Wallace, el Señor Lobo y demás desequilibrados. Al menos consuela.

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