Un azor muy desvergonzado
El otro día estaba leyendo un libro de pájaros, para variar,
y en la portada aparecía una elegante fotografía de un azor en vuelo.
Desconozco cómo y quién había tomado la imagen pues, a decir verdad, me importa
más bien poco; me basta con reconocer la espectacularidad de la misma. En ella
aparecía un hermoso ejemplar volando a ras de un pinar repoblación, de esos que
se hacían en épocas atrás.
Y ahí estaba yo, tumbado en un manto verde con muchas
flores, inmerso en la lectura. Con impecable gusto y rigor técnico, el autor contaba
cómo es la vida de esta rapaz, utilizando un estilo narrativo que consiguió que
me sumergiera de inmediato en el relato. Tanto que el azor apareció junto a mí.
En efecto, allí estaba el animal sobrevolando mi cabeza a
baja altura, observándome, hasta que finalmente se decidió a posarse a mi vera.
Me quedé helado, no sabía si moverme o hacerle una foto con el móvil para después
poder demostrar mi testimonio a los incrédulos; el caso es que opté por lo que
me pareció más acertado: disfrutar del momento. ¿Cuándo se iba a presentar una
ocasión como aquélla? probablemente nunca.
Me miraba fijamente, sin parpadear, y mientras tanto yo no
era capaz ni siquiera de quitarme de encima a los molestos insectos que se
empeñaban en fastidiarme ese instante. Así estuvimos un largo rato, no sé cuánto,
y me da igual, hasta que de repente desapareció.
Sobresaltado eché mano al móvil a la búsqueda una incontestable
prueba, a pesar de que sabía que no iba a encontrar nada. Corrí en balde por el
lugar, buscando al menos su silueta en vuelo, pregunté a mis compañeros por si
lo habían visto. Todos los esfuerzos resultaron estériles.
Hasta que de pronto reparé en mi libro, y allí estaba él, de
nuevo. Había regresado a la portada, y yo a la lectura.
PD. Dedicado a quién él ya sabe.