Big Year 2016 - Galicia
Imperdonable que una persona que se dice pajarera
no haya ido con la edad del que escribe a Estaca de Bares. Lo sé, y
me he flagelado por ello más de una vez. Ya puedo decir que he
estado. Y me he quedado igual. Ahora tengo que armarme de un refuerzo
sicológico para poder vivir con esta tara. Sigo sin conocer la
Estaca.
He ido, sí, pero una niebla de densidad del
calibre de la leche condensada no permitió a los curiosos que allí
nos concentramos a ver más allá de nuestros pies. Frustrada ilusión
por conocer un lugar mítico y por supuesto por el deseo de mirar
hacia el infinito a la búsqueda de aves marinas.
Pero Galicia no ha defraudado. La niebla sucumbió
a la altitud de la Serra A Capelada, en Cariño, y allí el sol lucía
con toda su magnificiencia, de ese de manga corta. En los restos de una antigua cantera, cuatro
escribanos nivales pugnaron con un escribano lapón en la lucha por
el protagonismo. Todos ganaron.
Abajo, en la playa, una gaviota de Bonaparte
avistada durante varios días atrás por Ricardo Hevia, esperaba ser
observada por ornitólogos ávidos de rarezas o no. Personalmente me
gusta el término de infrecuencias para definir a aquellas
especies que aún no siendo raras, lo son para uno por pajarear en un
lugar un tanto soso, reconozcámoslo. No pasa nada.
En la ría de Ortigueira, junto a un generoso
grupo de silbones, una hembra de eider se empeñaba en limpiar el
fondo de mexillones para envidia nuestra. Imperdonable, nos vinimos
de Galicia sin probar tan apreciados moluscos.
La guinda la pusieron tres ejemplares de bisbita
de Richard que posaron a nuestra imagen y semejanza para deleite,
gozo y algaravía propios. Por no hablar de un trasiego de
alcatraces, negrones, págalos grandes, alca y paíño europeo
incluido. Todo un lujo de infrecuencias.
Sin duda, uno de los mejores días del año.