El declive del martín pescador
Reconozco que hasta este momento no he sido consciente de que el martín pescador está jodido. El nuevo Libro Rojo de las Aves de España está sirviendo, entre muuuuchas cosas, para darme una bofetada y recordarme: “macho, que estás anticuado”. En mi visión local del mundo, por no poner otro calificativo algo más despectivo, el martín pescador siempre ha estado ahí, en los cursos de agua y humedales en los que pajareo. Sin embargo, los resultados del programa SACRE (de SEO/BirdLife) indican para nuestro país una disminución del 50% desde 1998 a 2018. En palabras llanas: una brutalidad.
Bien es cierto que parece que mantiene su área de distribución histórica, pero no así sus números. Esta situación ha llevado a que el susodicho Libro Rojo lo considere “en peligro” (EN), indicando que “menos del 10 % de los martines pescadores sobreviven al cuarto año de vida y el 70 % de los juveniles no sobreviven al primer año”. ¡Ufff!
No hay que ser muy ducho para intuir algunas causas de esta desastrosa situación: básicamente la contaminación del agua y la transformación (con frecuencia radical) del hábitat (entiéndanse canalizaciones de ríos, extracciones de áridos, nuevos embalses, eliminación de vegetación riparia…). Pero también se apunta el cambio climático. De esto no se escapa nadie. Son los eventos climáticos más extremos (frío, calor, lluvias torrenciales…) los que se señalan como peligros reales y potenciales para los martines, ocasionando, entre otros efectos, fracasos en la reproducción.
Habrá, pues, que mirar con ojos más condescendientes a los habituales martines pescadores del Guadalquivir en Córdoba, auténticas estrellas de Facebook.
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