Pon un bisbita en tu vida
Andábamos aparcando el reducido
utilitario cuando de repente surgió un pájaro enfrente nuestra. Al principio no
le echamos más cuentas de lo normal. Será un gorrión, que es lo propio de estos
lugares tan humanizados, pensamos al unísono. Pero tenía un aire era más
estilizado y esa forma de moverse… Con los pies en el suelo y los prismáticos
acoplados en su natural posición, comprobamos al instante su pertenencia al
maravilloso mundo de los bisbitas.
Señoras y señores, era un bisbita
caminero, ya lo creo, el primero que se cruzaba delante de mis Nikon. La
emoción de un nuevo hallazgo me impidió desenfundar la cámara de bolsillo para
registrar el momento histórico. Al cabo de un rato, como si de un tagarote
cualquiera se tratara, el bisbita no sólo seguía allí sino que se acopló con
algún otro, buscando entre los coches algo para llevarse al pico.
Ya lo decía bien la guía, es una
especie muy confiada. Uno, que está más acostumbrado al bisbita común y al
campestre, no hubiera pensado nunca en ese grado de descaro. Así que me acordé
de mis amigos fotógrafos, que hubieran retratado primeros planos del ojo o de
las uñas. Yo sólo me conformo como mi rudimentario móvil o la cámara de
juguete, pero aún así pude testimoniar tan feliz encuentro.
Con el paso de los días
comprobamos que el bisbita caminero era el pájaro más vil de Lanzarote, sólo
superado por tórtolas turcas, cernícalos vulgares y gaviotas patiamarillas.
Pero el encuentro del primer día, en el parking de los Jameos del Agua, quedará
para siempre.