Carricerín común: Big Year, Big Life
Esta
tarde ya. Las posibilidades de ver algo son pocas. El sol ha salido hoy como si
de julio se tratara, con muy mala leche. La única posibilidad de registrar algo
es mirar por alguna zona húmeda. Al lado del pozo Antolín hay varias charcas;
es una buena opción.
Allá
nos encaminamos los dos pajareros con dos infantes ávidos de serlo, advertidos,
de antemano, que el silencio debe ser imperativo en una nueva ocasión. Los
primeros carrizos nos descubren la bastardez hecha sonido. Es lo normal. Cuatro
pasos más adelante una focha surge entre los carrizos. Seguimos perimetrando.
Nos detenemos; escudriñamos el humedal con la vista y con el oído. Nada.
Noventa grados a la izquierda tomamos la Vía Verde de la Maquinilla, dirección
Belmez. Ahí, el frágil carrizo delata la presencia de alguien; un canto
reiterativo lo confirma.
Silencio,
niños, ahí abajo hay un bicho. Contagiados por los nervios, los aprendices no
paran de moverse. Cualquier ser perteneciente al impenetrable mundo de las
ciénagas puede aparecer de un momento a otro. Pasa el tiempo, el sonido
continúa allí mismo, a nuestros pies, pero sin dueño conocido.
Las posibilidades no son pocas en estas fechas, en pleno paso migratorio es fácil toparse con cualquier infrecuente criatura. Es el caso. Al fin, un carricerín común apareció, una, dos, tres y cuatro veces. Nuestra paciencia venció la partida al pequeño portador de llamativa ceja.
Tomada de la web de SEO |