Resultados Big Year 2016

Uno de enero de 2016. El pueblo está húerfano de almas, acaso algunos cuerpos resacosos se dejan entrever en algunas esquinas o escondidos entre filas de coches aliviando morralla alcohólica. Ciertamente es temprano pero no lo suficiente, el mundo de lo natural, ajeno a la artificialidad religiosa, ha despertado hace tiempo y bulle la vida desde hace un rato en las estepas del Alto Guadiato. Rompiendo la escarcha apegada al barrizal más profundo, nos adentramos por caminos bien conocidos, a la búsqueda de avutardas, sisones, grullas y toda suerte de bellezas naturales absolutamente desconocidas para los hoy borrosos pobladores de las microurbes. Curioso esto, gente apegada al terruño, del que se nutren, pero ajena a las delicias del viento.

Dos de enero. Ahora en la urbe. Las calles ya han cobrado cierta normalidad. Es la hora de la lechuza, también del martinete, que trasiega por el Guadalquivir río arriba y río abajo a la búsqueda de su particular comida navideña. La de siempre. El objetivo madrugador de hoy es muy distinto, las marismas del Odiel y la llanura de Doñana, para, de paso, depurar la resaca digestiva con la brisa del Atlántico.

(...)

Veitinueve de diciembre. El frío se ha apoderado de la meseta castellana. Como tiene que ser. La niebla, que se ha hecho dueña días atrás de esta parte del país, ha tomado la afortunada decisión de retirarse. Por fin. Horizonte despejado para volver a intentarlo con los gansos.

En efecto, acabé el año disfrutando de un ánsar piquicorto, igual que en la película El Gran Año, allá por tierras salmantinas. Y en una nueva ocasión se ha resistido el ánsar campestre que, como en 2014, ha sido el último en buscarlo. Pasó inadvertido camuflado entre un bando considerable de ánsares comunes que al sorprendernos resolvió moverse en la dirección en la que el sol inutiliza la mejor de las ópticas.

2016 ha sido uno de los mejores años pajareros de todo mi medio siglo, con nada menos que 35 especies nuevas, y un número de destinos que prefiero no contar. Para qué. Collalba desértica, andarríos solitario, correlimos pectoral, polluela chica, escribano lapón, gaviota de Bonaparte, pico dorsiblanco…No sabría decir qué me ha impresionado más porque el mariposeo ventral ha aparecido con mucha frecuencia, por no decir siempre. Ese, y no otro, era el objetivo.

Cumplido.

343 especies ha sido un registro del que me siento muy feliz. Se han quedado atrás algunas aves más o menos fáciles, como la gaviota de Delaware de Costa Ballena o el gorrión alpino, al que hemos perseguido por el Pirineo y la montaña leonesa. Y con otras nos hemos topado sin querer, como la corneja cenicienta del Cabo de Gata, origen de un ataque de locura que mi pequeña no llegó a comprender.

Más allá de listas, competiciones o concursos, The Big Year Experience es, cómo no, una actividad muy recomendable, casi un modo de vida. Lo peor es que engancha, y eso nunca es bueno… o sí. Salvo arrepentimiento inexplicable o alarde de osadía, tal vez, y digo bien, solo tal vez, éste ha sido mi último BY a lo grande. Ahora toca recluirse en lo local, conocer mejor a la gente con plumas con la que convivimos y como siempre, seguir disfrutando.


[Lugares visitados durante la realización del BY, a falta de Lanzarote]