¿Cómo cantan las aves?

El sonido es un fenómeno físico crucial en la naturaleza, y las aves, junto a otros animales, lo han perfeccionado como un medio de comunicación entre individuos. Las vocalizaciones no son simples ruidos, son señales acústicas complejas que varían en frecuencia, amplitud y periodicidad, y son capaces de transmitir una gran diversidad de mensajes.

En el mundo de las aves distinguimos dos tipos principales de vocalizaciones: las llamadas y los cantos. Las primeras suelen ser sonidos cortos y simples, usados para la alarma, el contacto o para mantenerse unidos durante la migración, por ejemplo. Por su parte, los cantos son vocalizaciones mucho más elaboradas, diseñadas principalmente para defender un territorio y atraer a la pareja durante la época reproductiva. De ahí que en latitudes templadas, como la nuestra, las escuchemos con más intensidad durante la primavera y el verano. Y ojo, no solo cantan los machos, en los trópicos es común que las hembras también entonen sus propias melodías, e incluso formen duetos con los machos.
Pero ¿cómo consiguen cantar? La respuesta está en un órgano muy interesante llamado siringe, un órgano único que solo tienen las aves. Es una especie de pequeño instrumento musical ubicado justo donde la tráquea del pájaro se divide en dos tubos que van hacia los pulmones.
Esta estructura está formada por cartílagos, membranas especiales y músculos. Cuando el ave quiere cantar, controla voluntariamente el paso del aire que viene de sus pulmones, haciendo vibrar las membranas internas. Es como si tuviera dos flautas trabajando al mismo tiempo, una en cada lado, y pudiera controlarlas por separado.

Las aves más cantoras tienen más músculos en su siringe, y ello les permite crear cantos increíblemente complejos y variados. Pensemos en un ruiseñor, por ejemplo, o en nuestras calandrias o cogujadas montesinas.

Y no olvidemos que el pico también juega un papel importante; actúa como el amplificador final que da forma al sonido antes de que llegue a nuestros oídos.


Foto: Juan M. Delgado. Calandria común



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