Big Year 2014, en busca del pico menor
Primer
intento.
Salimos
corriendo a la conclusión de la jornada laboral para aprovechar el mayor número
de horas (y minutos) de luz. Efectivamente, esto es lo que se llama una escapada
agónica. Teníamos que verlo. En el lugar señalado, el río Guadalquivir, este
bicho campa a sus anchas, así nos lo han reiterado varios amigos pajareros.
Parece que todo estaba a nuestro favor, pues. Bastaba con un poco de paciencia ya
que tarde o temprano aparece. Esa era la consigna. Pero nuestros iris
concluyeron la jornada irritados y las retinas huérfanas de carpinteros. El menor
de los picos, no quiso aparecer.
Segundo
intento.
Esta
vez bocata devorado en el coche para estirar aún más el poderío del sol. Un
bicho así hay que llevárselo en el cuaderno, y nosotros estábamos allí con el
deseo y la seguridad de inaugurar una página en las anotaciones bigyearianas. La emoción y algo de
nervios son siempre la antesala de un registro que se prevé seguro. Una hora,
dos. Amenaza el crepúsculo, y el maldito bicho no se deja ver.
Tercer
intento.
Hoy
el refrán está de nuestro lado. Hemos quedado con Miguel y Juan que buscan
inmortalizarlo con sus desproporcionados pepinos
fotográficos. Hace una buena tarde al fin. La intensidad de los primeros
momentos poco a poco va dejando paso al relax, la charla y casi al olvido de
que estábamos allí para algo. La jornada está a punto de liquidarse. Al fondo,
en un árbol seco, intuyo un bicho, tal vez la última esperanza. Me apoyo en la
baranda del puente para asegurar, escaneo el árbol, y allí, cuasi mimetizado
con la podredumbre del tronco estaba él: ¡el p… pico menor!