Piquituertos en domingo
Caminamos
en silencio. A nuestra derecha, un generoso matorral mediterráneo pone freno a
la interminable campiña. A la izquierda, un pinar como dios manda. Las currucas
acaparan casi todas las observaciones. Avanzamos. Observamos. Escuchamos. El
deseado pájaro de pico retorcido no aparece. Es nuestro sino.
De
repente, un sonido inanimado. Espera, dice ella. Atenta, busca su origen hacia
la copa del árbol. Yo sólo la imito. Algo se mueve entre el mar de piñas. Mira
allí, insiste. Un pájaro verdoso al fin se deja ver. Junto a él, otro. Y
detrás, un tercero, éste anaranjado. Dos piquituertos y una piquituerta
salvaron la jornada dominical. Objetivo cumplido.