Se equivocó la gaviota
Milton llegó a convertirse en un individuo odiado en su
comunidad. Todo el mundo le daba de lado en cualquier reunión, incluso en los
banquetes comunales que frecuentaba a diario. Pero no siempre fue así, de hecho
cuando era más joven gozaba de la simpatía de propios y extraños; tenía una
habilidad innata para caer simpático, y siempre estaba rodeado de amigos.
Nadie sabe a qué se debió ese cambio de actitud, pero el
caso es que un día empezó a reírse con descaro de todos cuantos se cruzaban en
su camino. Se convirtió en el típico personaje que se recrea con las desgracias
ajenas, con lo que no pocas veces se vio envuelto en peleas. Milton siempre decía
que no podía evitarlo, que le salía sin querer y que, por supuesto, no era
consciente de que con sus desbocadas risas hacía daño a los demás. La verdad,
no era precisamente un ejemplo de empatía y asertividad.
Decidido a superar esa sombra en su carácter, acudió a un
reconocido psicólogo, quien sin apenas dificultad dio con la tecla. El diagnóstico
fue claro: el individuo en cuestión no sabía en realidad quien era. Bien es
cierto que eso nos pasa a más de uno, aunque no seamos conscientes, pero en
este particular caso el dictamen era tajante: Milton era una gaviota reidora
que vivía entre gaviotas sombrías. Ahora todo encajaba, estaba viviendo en el
lugar equivocado, con gente que no le entendía.
Desde ese momento su vida se transformó por completo. Buscó
en ríos y vertederos a sus semejantes hasta que dio con ellos. Allí pudo
comprobar cómo todas las gaviotas se reían de las demás, y a ninguna le sentaba
mal.
Y es que hay que buscar tu sitio en la vida.