La intensificación agraria en tres párrafos

Empecemos, por empezar en algún momento, en el año 1952 con la Ley de Concentración Parcelaria, con la que se buscó aglutinar los terrenos agrícolas en propiedades más grandes, de un tamaño suficiente como para conseguir un mayor rendimiento agrícola. Un proceso que se acompañó de la construcción de nuevas infraestructuras viarias de servicio a las nuevas fincas, obras de mejoras como desagües, saneamientos, regadíos y eliminación de accidentes naturales y artificiales. Con lo cual el tradicional paisaje agrario ibérico, diversificado, con setos y linderos, explotado con sistema de "año y vez" (un año se siembra y al siguiente se deja en barbecho) o al tercio (se siembra una vez cada tres años en tres hojas de terreno que se van rotando), con aprovechamiento ganadero (abono orgánico)... comenzó a transformarse radicalmente.

Para conseguir ese objetivo de aumentar la producción agrícola, el campo empezó a tecnificarse (tractores, cosechadoras, sistemas de riego, etc.), aparecieron los fertilizantes químicos (en lugar de orgánicos), utlización de variedades de cultivos más tempranos y con mayor rendimiento, y aplicación de fitosanitarios (fungicidas, plaguicidas, insecticidas).

Y finalmente, una tercera fase aún más transformadora: regadíos, cultivos bajo plástico, sustitución de los secanos cerealistas por olivos, ahora superintensivos, viñedos en espaldera, almendros, pistachos. Un dato significativo: en España se han perdido 5 millones de hectáreas de cultivos herbáceos de secano desde 1969 a 2009, y el proceso no para. Y eso que la guerra de Ucrania ha mostrado una de nuestras debilidades: las necesidades de importación de cereal se cifra en 17 millones de toneladas.





 


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